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domingo, 6 de enero de 2013

Puedes llamarlo morriña.

Sabes esa sensación de echar de menos tu casa?
A mi me pasa lo mismo contigo, tengo morriña de ti.
Echo de menos tu cuerpo, en general desde tu pelo raro, hasta tus piernas enganchadas a mi,
en particular, mayormente, tu boca y tus manos.
Por supuesto echo de menos abrazos de mucha gente que ha ido pasando por aquí, algunas vidas, algún que otro lunar en algún lugar perdido, alguna noche del cuarto o noveno mes o carcajadas varias de esas que merecería la pena embotellar.
Echo de menos Barcelona, Santander o París. La nieve o un helado en pleno verano.
Pero el verano pasó como pasamos nosotros, rozándonos tan de repente y tan especial, que cuando me quise dar cuenta, sólo lo pude recordar reinventándolo todo poquito a poco.
Posiblemente  me haya perdido entre líneas, entre algún grito absurdo o con los ojos abiertos, observando un poco todo y un poco nada por ahí.
Es verdad que echo en falta unas cuantas personas que las manos no me den para contarlas y puede ser que me sobre alguna que otra, aunque no esté bien decirlo.
Entre intervalos nubosos y tormentas varias de amor, locuras, broncas e incluso lluvia de esa que cala de verdad, he intercalado sobrevivir y aprender a vivir pasito a pasito con esos que están a mi lado con su sonrisa brillante todos los días.
Aún nos quedan más de dos meses de invierno y continuamos todo lo veloz y voraces que podemos, hacia adelante arrasando con lo que se nos pone de por medio, perdiendo o ganando oportunidades con quienes nos parece.
Vamos en busca de la primavera, aunque los que me conozcáis sabréis que soy una enamorada de cada invierno y cada mes de abril, pero mejor acompañada que sola, así que este año prefiero correr.

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